Disculpe Ud. estimado lector, estuve offline por un tiempo, pero como bien dice el dicho, al mal paso, darle prisa, y a mi me ocurrió totalmente lo contrario. Y esque estuve buscando un sentido de inspiración y porfin.. se me prendió el foco, aunque en este caso, más bien sería la linterna japonesa. Japón es un territorio único, una cultura sin igual y un contraste entre el ayer y hoy que nos da la mágica sensación de viajar en el tiempo, basta subirse al shinkansen, o tren bala y en 2 hrs. se puede viajar del período Edo (1600 AD aprox) en los alrededores de Kyoto y Nara, al 2020 en la super avanzada ciudad de Tokyo.
La idiosincrasia japonesa no permite observar, sumergida en un frenesí de oficinistas que van y vienen zumbando como ocupadas abejas, lo que un alto desarrollo cultural, tecnológico y social pueden llegar a producir si se maneja con cautela, pues como sabemos, todo exceso es malo, y japón no es maestro en la matería de medir las horas de trabajo. Esto en contraste con las pacificas aldeas cercanas a la parte sur de la isla como lo es Nara, que con su simpleza irradia belleza. Y he aqui, donde como artista que soy antes que arquitecto, he encontrado uno de los secretos sobre la naturaleza de la belleza, de lo simple y de lo perenne (del latín perennis que significa duradero), y eso es, la naturaleza de la simpleza misma. No hay nada mas hermoso, que lo puro, y no hay nada mas puro, que la naturaleza.
Finalmente me suscribo, querido lector, con un ejemplo de mi interpretación de la simpleza, a mi modo y a mi estilo en un intento de hacer los edificios más apasibles a las inclemencias de esta nueva era, donde se deben reducir los consúmos enérgicos que dañan nuestro planeta, através de las nuevas tecnologías de construcción. en este caso, un muro high-tech para un centro de conveciones para la Camára Nacional de Acero Mexicana.
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